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sábado, 12 de diciembre de 2015

Los Cuatro Pilares de la autoestima

La imagen que tienes de ti mismo no es heredada
o genéticamente determinada, es aprendida. El cerebro
humano cuenta con un sistema de procesamiento
de la información que permite almacenar un
número prácticamente infinito de datos. Esa información,
que hemos recogido de la experiencia social
a lo largo de nuestra vida, se guarda en la memoria a
largo plazo en forma de creencias y teorías. De esta
manera poseemos modelos internos de objetos, sig
nificados de palabras, situaciones, tipos de personas,
actividades sociales y muchas cosas más. Este
conocimiento del mundo, equivocado o no, nos permite
predecir, anticipar y prepararnos para afrontar
lo que vaya a suceder. El futuro está en el pasado
almacenado.
La principal fuente para crear la visión del mundo
que asumes y por la que te guías surge del contacto
con personas (amigos, padres, maestros) de tu universo
material y social inmediato. Y las relaciones
que estableces con el mundo circundante desarrollan
en ti una idea de cómo crees que eres. Los fracasos
y éxitos, los miedos e inseguridades, las sensaciones
físicas, los placeres y disgustos, la manera de
afrontar los problemas, lo que dicen y lo que no te
dicen, los castigos y los premios, el amor y el rechazo
percibidos, todo confluye y se organiza en una
imagen interna sobre tu propia persona: tu yo o tu
autoesquema. Puedes pensar que eres hermoso, eficiente,
interesante, inteligente y bueno, o todo lo
contrario (feo, ineficiente, aburrido, tonto y malo).
Cada uno de estos calificativos es el resultado de
una historia previa, donde has ido gestando una
«teoría» sobre ti mismo que dirigirá en el futuro tu
comportamiento. Si crees que eres un perdedor, no
intentarás ganar. Te dirás: «Para qué intentarlo, yo
no puedo ganar» o «Esto no es para mí» o «No valgo
nada».

Los humanos mostramos la tendencia conservadora
a confirmar, más que a desconfirmar, las creencias
que tenemos almacenadas en nuestro cerebro
durante años. Somos resistentes al cambio por naturaleza,
y esta economía del pensamiento nos vuelve
obstinados y poco permeables a los estímulos novedosos.
Una vez establecida, será difícil cambiarla,
pero no imposible. Así que cuando configuras un
autoesquema negativo sobre tu persona, te acompañará
durante el resto de tu vida si no te esfuerzas en
modificarlo. Más aún, de manera no consciente
harás muchas cosas para poner a prueba esos esquemas,
aunque sean perjudiciales para ti (así de absurdos
somos los humanos). Por ejemplo, si te dejas llevar
por el autoesquema «Soy un inútil», sin darte
cuenta, el miedo a equivocarte hará que cometas
infinidad de errores y confirmarás la predicción
mental subyacente.
La creencia de que eres feo o fea
te llevará a frenarte y a evitar las relaciones interpersonales
y la conquista afectivo/sexual se convertirá
en algo inalcanzable (nadie se fijará en ti si no te
arriesgas). Un autoesquema de fracaso hará que no
te atrevas a afrontar retos y a poner a prueba tu capacidad,
por lo cual terminarás creyendo que el éxito te
es esquivo. No existe ningún secreto misterioso ni
cuántico en esto: en psicología cognitiva se lo reconoce
como profecía autorrealizada y en psicología
social como efecto Pigmalión. Existe una coherencia
negativa: aún a sabiendas de que no es bueno para ti,
tratarás de actuar de manera compatible con las
creencias que tienes de ti mismo. El cambio ocurrirá
cuando la realidad se imponga sobre tus creencias y
ya no puedas sesgar la información y autoengañarte.

Una buena autoestima (quererse contundentemente
a uno mismo) tiene numerosas ventajas. Sólo
por citar algunas, te permitirá:
• Incrementar las emociones positivas. Te alejas de la
ansiedad, la tristeza y la depresión y te acercas a
la alegría y a las ganas de vivir bien y mejor.
• Alcanzar niveles de mayor eficiencia en las tareas
que emprendes. No te darás por vencido con facilidad,
perseverarás en las metas y te sentirás
competente y capaz.
• Relacionarte mejor con las personas. Te quitarás de
encima el incómodo miedo al ridículo y la necesidad
de aprobación porque tú serás el principal
juez de tu conducta. No es que no te interesen
los demás, sino que no estarás pendiente de los
aplausos y los refuerzos externos y tomarás las
críticas más objetivamente.
• Podrás amar a tu pareja y querer a tus amigos y amigas
más tranquilamente. Dependerás menos de
ellos y establecerás un vínculo más equilibrado
e inteligente, sin el terrible miedo a perder a los
otros.
Serás una persona más independiente y autónoma.
Te sentirás más libre y segura a la hora de tomar
decisiones y dirigir tu vida.

A continuación señalo los cuatro pilares que, a mi
modo de ver, son los más importantes a la hora de
configurar la autoestima general, y aunque en la
práctica se presentan entremezclados, a fines didácticos
intentaré separarlos conceptualmente para
analizarlos mejor:
Autoconcepto (qué piensas de ti mismo);
Autoimagen (qué opinión tienes de tu aspecto);
Autorrefuerzo (en qué medida te premias y te gratificas);
Autoeficacia (cuánta confianza tienes en ti mismo).
Bien estructurados, serán los cuatro soportes de
un yo sólido y saludable; y si funcionan mal, serán
como los cuatro jinetes del Apocalipsis. Si fallas en
alguno de ellos, será suficiente para que tu autoestima
se muestre coja e inestable. Más aún, si uno solo
de los jinetes se desboca, los tres restantes lo seguirán
como una pequeña manada fuera de control.
Un amor propio saludable y bien constituido partirá
de un principio fundamental: «Merezco todo
aquello que me haga crecer como persona y ser
feliz.» M-e-r-e-z-c-o: así, saboreado letra a letra.

No importa lo que pienses: no mereces sufrir, así
que mientras puedas evitar el sufrimiento inútil e
innecesario, te estarás respetando a ti mismo. No
hay felicidad completa sin autorrespeto, sin mantenerse
fiel a tu propio ser y al potencial que llevas
dentro.

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